Quiénes somos

Said Naji y su equipo

Said nace en pleno desierto del Sáhara, en el seno de una familia de origen beduíno, de espíritu nómada, hasta que sus padres decidieron asentarse en el pueblo de M’Hamid, a las puertas del desierto, para que sus seis hijos pudieran acudir a la escuela.

Los beduínos son moradores del desierto. El desierto es la morada de Said, allí donde se siente arraigado y profundamente conectado con el medio. Embutido en su thawb (vestimenta tradicional masculina) y envuelto en su turbante, mantiene un estrecho vínculo con su entorno, árboles, piedras, astros y especialmente con los dromedarios, de los que ha sido pastor y es cuidador. Suele decir que para él, los dromedarios, son “mucho más que amigos” y a pesar de su juventud, conserva sus lealtades tribales y el código de honor que caracteriza a este pueblo, hospitalario y generoso.

Said tiene en su ADN esa característica del pueblo beduíno, la hospitalidad, ese rasgo tan determinante de su cultura. Tiene la creencia de que un viajero debe ser bien atendido siempre y en ello se entrega y pone lo mejor de él. “Si tú eres feliz, yo soy feliz”, eso dice con frecuencia. Conserva muchas de las características tribales de su pueblo además de la hospitalidad, como son el sentido de la dignidad, el honor, el aprecio a la elocuencia, pudiendo convertirse a veces, involuntariamente, en un gran filósofo. Suele hacer referencia a la fortaleza de su pueblo, que sin duda ha sido necesaria para su adaptación a un medio extremadamente hostil.

Mantiene una profunda lealtad a su clan familiar en primer lugar, seguido de sus amigos y colaboradores, su tribu, fidelidad muy ligada a la seguridad y supervivencia en hábitats especialmente duros. Es imposible sobrevivir en el desierto de manera aislada. El desarrollo y la modernidad ha alcanzado el estilo de vida de estos moradores del desierto; sin embargo, se esfuerzan por mantenerlo. Said es un luchador infatigable. La generación de Said es consciente del grado de inseguridad e inestabilidad del lugar, y eso les confiere el convencimiento de que su destino es duro y tirano, por lo que siempre están luchando y trabajando en la búsqueda de bienestar, en la búsqueda de algo mejor.

En un mundo globalizado que amenaza culturas originarias y tradiciones ancestrales, es alentador que jóvenes como él, traten de adaptarse, sin perder sus raíces, ni el espíritu que como pueblo siempre los ha guiado. Y aunque pueda parecernos algo romántico y hacernos pensar en ellos como héroes o aventureros, lo cierto es que la vida en el desierto, es con frecuencia hostil y casi siempre sedienta.